El ciclo de la vida nueva que procede de la muerte es una experiencia fundamental de la propia existencia en la comunidad. El binomio Vida-y-Muerte constituye la síntesis de su existencia, el fundamento de su cosmovisión y el símbolo básico de las fiestas y la ritualidad telúrica. Este binomio se percibe como proceso cíclico y repetitivo, similar a otros como Día-y-Noche; o Siembra-y-Cosecha. Cuando uno muere va al “Ukhu Pacha” al mundo de abajo-adentro y la energía-el espíritu se va al “Janan Pacha” al mundo de arriba-afuera, en el que el mundo es al revés uno nace viejo para rejuvenecer.
El difunto no abandona el entorno familiar tras la muerte. Los familiares deben cumplir de forma estricta las obligaciones impuestas por el duelo, las mujeres no deben cocinar, ni caminar solas fuera de la casa hasta cumplir con la purificación que se efectúa a los ocho días del fallecimiento. La despedida del difunto se va concretando cada vez más, desde la misa de ocho días, a la de los seis meses y el cumplimiento estipulado en Todos Santos por tres veces consecutivas.
Necesita los alimentos y el ajuar que sus familiares le proporcionan durante el sepelio para superar las dificultades del viaje. Los que no logran su camino se encuentran penando por cerros y quebradas molestando a los vivos.
Una vez concluida la ceremonia de los ocho días el alma del difunto ha partido y no molesta a su familia.
Después de una ceremonia de aniversario que se efectúa al año de su muerte (también se hace una misa de recordatorio a los seis meses y el año del fallecimiento) y son agasajos por tres años consecutivos cumpliéndose así con el difunto. El mismo es convocado en el mes de los muertos “Aya marq’ay killa” Todos Santos mediante su comida preferida, frutas, masitas y distintas figuras caprichosas de masa pan, llamados t’anta wawas. Las almas sufren y padecen si sus familias no les procuran los abastos que precisan, al menos, durante Todos Santos.
Los difuntos necesitan de sus ajuares y herramientas, así como del cuidado alimenticio por parte de los familiares. Por otra parte el cuidado y el recuerdo de los difuntos favorecen la consecución de solicitudes, así como la abundancia de las cosechas. De esta forma los vivos concretan con sus muertos un acuerdo básico de intercambio que se establece principalmente a través del recuerdo y el agasajo alimenticio de Todos Santos estableciendo un continuismo esencial en las relaciones de mutua dependencia.
Otro de los elementos que componen el agasajo son las comparsas, que comienzan a escucharse por las diferentes estancias y comunidades, las noches que preceden a la celebración del día de los muertos “Todos Santos”, anticipan la llegada de las "almas", es decir, la visita de los difuntos a casa de sus familiares, trayendo consigo el agua que los campos precisan para los cultivos. Para Todos Santos tiene que llover y así se lo espera fervientemente.
La celebración del “Aya Marq’ay Killa” - Todos Santos no es igual en todas las comunidades y los distintos países de América, sí bien hay una enorme similitud.
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